Muerte.


La muerte cargada de lágrimas.
Inma Chacón.
Llega la muerte
cargada de lágrimas.

Se pasea entre nosotros
como la primavera
entre los tallos que empujan

como el lobo
entre las ovejas

como el triunfo
entre los vencidos.

Erguida,
segura de que sólo ha de rozar
un hombro,
un solo hombro,
para que todos la sientan.

Derecha,
como los que no tienen miedo.

Sin dudas,
llega la muerte.

De día y de noche.

Aunque nadie la llame,
aunque no sea el momento.

Llega.
Mira.
Elige.
Roza.

Y se queda con nosotros
para siempre.

La muerte acurrucada.
Inma Chacón.
¡Ah, la muerte acurrucada!
Semilla que germina
junto a la sombra inmune
del ciprés,
multiplicada
a golpes de sorpresa.

La muerte amiga,
de visita sin aviso.

La muerte torpe,
en lugar equivocado.

La muerte súbita,
robadora de sueños,
impertinente interrupción
del latido,
portadora de bocas
que se quiebran
en gritos que no pueden
salir de la garganta.

Lamentos que se unen
al lamento
en un camino de ida
del que todos pueden regresar
menos aquel
que continúa llorando cada noche
a cada uno de sus muertos.

¡Ah, la muerte!
Acurrucada.
Torpe.
Robadora de sueños.
Semilla que germina
en lugar equivocado.
Portadora de llanto.
Súbita.
¡Impertinente!